De vez en cuando, cada tanto, surge una estrella en algún rincón del mundo del fútbol, designado a dar alegrías, sorprender y llevar a su país al primer plano del balompié internacional, cuando la constumbre es que esté alejado, casi escondido, añorando glorias que no ha podido vivir. El 24 de diciembre de 1974 nació en Temuco un niño zurdo, destinado a tocar el cielo con las manos. José Marcelo fue el nombre con que fue bautizado por sus padres Rosemberg Salas y Alicia Melinao. Sangre mapuche, pasión por el fútbol y la seguridad interior de saber que podía llegar a ser grande fueron conformando la personalidad de un niño diferente, con un talento notable y con unas ganas de sobresalir que finalmente redundaron en lo que todo el mundo futbolístico celebró años después: El Matador. Marcelo Salas tenía un destino claro, y sus pasos fueron certeros y directos. Su padre, fanático del balompié, lo inscribió en el club Santos, donde comenzó a demostrar que era diferente. Siendo aún niño, decide probar suerte en un club profesional. Universidad de Chile sería su parada. Se pone la camiseta del equipo, y de inmediato capta la atención de todos por su técnica e inteligencia para jugar cada pelota dentro del campo. Sin dudas, en la cancha hay un talento maravilloso, y todos lo saben. Marcelo Salas queda de inmediato en la escuadra azul, que paga por el pase del zurdo menos de 70 mil pesos. Recién está en la capital, y ya es nominado a la selección que se prepara para el Sudamericano Sub 17. Rápidamente “Chamelo”, como era conocido en su niñez, comienza a ganarse un nombre en la rojita, y se erige como su goleador, hasta llegar a la Sub 20, donde demuestra su poder como artillero en diversas canchas del mundo. En 1993, con Arturo Salah en la banca, Salas tiene su oportunidad en el primer equipo, y se presenta como mejor sabe, con un gol, en Calama, ante Cobreloa.
Al año siguiente sería su despegue definitivo. Ese zurdo talentoso, diferente, fenomenal con la pelota en los pies, empieza a entregarle a su equipo alegrías que casi no recordaban con esos 25 años de penurias. Marcelo Salas, sin aún cumplir 20 años, es el puntal de la campaña azul que consigue el título dos años consecutivos. En ese tiempo, sonando en todas las radios el tema “El Matador” de Fabulosos Cadillacs, la hinchada de Universidad de Chile adopta el título de la canción a su nuevo ídolo, quien desde ahora en adelante ya tendrá nombre de goleador. Con ese apodo, y con el cartel de rompe redes llega a Argentina. El mito dice que Bilardo no lo quiso para Boca Juniors por ser chileno. “Ningún chileno ha triunfado en Argentina”, habría dicho el DT. Salas llega a River, y escribe con letras doradas su paso por la institución. Le anota justamente a Boca Juniors en su debut en la red, y desde ahí no para. Una a una las defensas fueron cayendo. Con los millonarios obtuvo tres ligas locales, y la Supercopa, además es elegido en 1997 como El Mejor Futbolista de América, convirtiéndose en el segundo chileno en recibirlo, después de Elías Figueroa. El “shilenooo, shilenooo”, retumba en todos los estadios donde River sale a ganar. Marcelo Salas ya es un ídolo en Argentina. Llega el año 98, y con la selección debe jugar el Mundial de Francia. En las Clasificatorias fue fundamental, creando junto a Iván Zamorano la inolvidable dupla Sa-Za. Es vendido por una suma millonaria a la Lazio de Italia, y todos los medios del país de la bota están pendientes del chileno. Cuando La Roja, en una gira por Europa previa al Mundial enfrenta a Inglaterra, Marcelo Salas se presenta ante el mundo nuevamente como mejor sabe. Con dos goles del Matador Chile vence a los ingleses en Wembley, y los fanáticos de la Lazio ya no aguantan más los deseos de ver al nacido en Temuco con su camiseta. Marcelo Salas juega un gran Mundial, siendo el goleador de la Selección Chilena. Luego llega a la Lazio, y se consolida como el mejor debutante en el Calcio. Consigue un Scudetto, dos Supercopa, y la Copa Italia con el cuadro de Roma. Luego se va a la Juventus, donde obtiene dos scudettos y otra Copa Italia. Con eso se acaba su aventura europea, no teniendo un buen recuerdo, pues en Juventus se lesiona de gravedad, y ya casi no volvería a ser el mismo. Vuelve a River, donde es recibido como un ídolo, pero tuvo altibajos producto nuevamente de las lesiones. De igual manera consigue titularse en el Apertura 2004. Después decide recalar en Universidad de Chile, donde es el estandarte del equipo, pero no logra éxitos deportivos. Entre tanto sigue jugando por la selección nacional, y consigue erigirse como el goleador histórico. Se retira con la tarea cumplida, y con el respeto de todo el mundo. Marcelo Salas acaba una carrera plagada de éxito y gloria. Un niño con un destino claro, y un talento impresionante. El pequeño goleador de Temuco llegó a ganarse un nombre en lo más alto de la historia del fútbol. Marcelo Salas, el Matador, se despide del área, de las redes, pero queda el legado, ese que será parte de todas las generaciones que están por venir y que soñarán con conseguir algo de lo que logró ese humilde joven que nació un 24 de diciembre de 1974 en Temuco. Gracias Matador.
Esa es parte de la letra de la canción compuesta en honor a Marcelo Salas cuando sorprendía con su fulminante hambre de gol en Argentina. Ahí el chileno se presentó ante el mundo, para seguir una carrera meteórica. Ahora el Matador se despide como uno de los más grandes delanteros en la historia del fútbol. Ya comienza su legado.
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